ENIGMAS Y ENCRUCIJADAS

EN ROSTRO CERCANO DE

MARICEL MAYOR MARSÁN

(Prólogo del libro)

 

por

 

Emilio Bejel, Ph.D.

(Universidad de la Florida en Gainesville) 

 

   

 

     Ya Maricel Mayor había publicado dos poemarios: Lágrimas de Papel en 1975, y 17 Poemas y un Saludo en 1978, y ahora nos ofrece Rostro cercano, el cual es sin dudas un paso firme de superación de sus dos libros anteriores. En 17 Poemas y un Saludo abundan poemas de corte que podría llamarse, por falta de mayor término, neorromántico, y, como el mismo título lo sugiere, siguiendo cierto tono nerudiano, especialmente el de 20 poemas de amor y una canción desesperada. La huella nerudiana en estos poemas de Maricel no ha tenido que ser producto de un propósito consciente y calculado, sino que es, según creo, algo que muchos hispanoamericanos de este siglo viven como si fuera un ritmo natural que se respira sin esfuerzo. Un hispanoamericano no tiene necesariamente que dedicarse a escudriñar las etapas ni los recursos poéticos de Neruda para ser, en el mejor sentido de la palabra, nerudiano. Se trata de una especie de ofrenda que yo calificaría de casi obligatoria en cierto momento de la poesía de un hispanoamericano contemporáneo. Maricel no ha sido una excepción en este sentido.

     En Rostro cercano, sin embargo, el tono que prevalece es más propio que el de los dos libros anteriores. Los poemas de este libro, por una parte, tratan de temas tradicionales (casi siempre experiencias amorosas de encuentros, desencuentros o encrucijadas); y, por otra parte, desarrollan estos temas tradicionales dentro de una escritura muy metaf'órica y enigmática.

     La primera de las cuatro secciones del poemario (llamada «Perfiles») comienza con un curioso poema titulado «Envenenados» que parece por momentos hablar tan sólo de la característica pasajera de lo corporal donde «el desquiciado aroma de los cuerpos» tiene «una esfera limitada, incoherente y pasajera». Pero a pesar de la apariencia tradicional de este asunto, en realidad el poema se abre constantemente hacia una visión cada vez más enigmática, ambigua y compleja. En sólo nueve versos se logra aquí una complejidad simbólica que de hecho va a marcar muchos de los demás poemas de esta y de las otras secciones del libro. «Envenenados»  empieza ya con la ambigüedad del «Quizás», y luego se dirige a un destinatario impreciso que no podrá «respirar el desquiciado aroma de los cuerpos»; de este punto se pasa a definir tales cuerpos como «limitados», «incoherentes» y «pasajeros»; luego el texto finaliza dando un salto lógico que introduce como nuevo elemento semántico la «aldea de recesos» donde «se recojen intelectos, envenenados / en el tiempo de la arena, de los silbidos / y de los colores simbólicos». El resultado de este poema es un texto típicamente contemporáneo, si por tal entendemos la escritura que evita terminar en una respuesta sintética o un símbolo reductor, y que tiende a ampliar cada vez más las múltiples posibilidades de significación. Este poema de Maricel es típico de un lenguaje básicamente metafórico y ambiguo que se aleja sistemáticamente del concepto para acercarse al enigma. «Envenenados» no es sólo el primer poema del libro sino también uno de los que más caracteriza la fuerza poética de Rostro cercano.

     En medio de lo enigmático, abunda en este libro la sugerencia erótica, pero este erotismo viene siempre cargado de una obsesiva reflexión filosófica. Como ejemplo de este erotismo reflexivo podemos traer a colación el poema «Disipación», el cual es además, uno de los poemas más logrados del libro. En «Disipación» notamos que cada sugerencia del tema erótico («el olor del deseo», «juegos ilícitos», «la palabra placer») está acompñada de una serie de reflexiones y de imágenes contradictorias y nada sensuales que desvian, por así decirlo, la fuerza erótica, como si el interés estuviera a fin de cuentas en la meditación en lugar de en el placer mismo. En estos poemas tal reflexividad ante lo erótico se convierte con frecuencia en frustración absoluta. Vuelve a darse aquí el importante conflicto romántico entre el anhelo de infinito y de placer sin límites y la realidad que se frustra al no poder alcanzar el objetivo desmesurado de la demanda del deseo. Esta encrucijada romántica asedia a Maricel, la cual trata de resolver el conflicto a base de una poesía de metáforas superpuestas y enigmáticas. La respuesta es la no respuesta, o las múltiples y simultáneas respuestas. Debemos aclarar sin embargo que aunque el conflicto es romántico la expresión supera la escritura romántica.

     La segunda sección del libro lleva el título del poemario: «Rostro cercano». Aquí notamos una tendencia hacia asuntos más concretos y hasta sociales. Como ejemplos sobresalientes de esta tendencia podemos citar a «Requiem por el Bronx», «Cannabis Sativa», «El Tanto de Todo», «Irresolución». Debemos subrayar, no obstante, que la diferencia entre el tono general de estos poemas y el de «Perfiles» no es demasiado marcada. Sigue dominando también, en esta segunda parte lo enigmático, lo ambiguo y lo complejo, en medio de metáforas o imágenes inventivas.

     En cuanto a la tercera sección podemos decir que ya desde el título («Entre saludos y versos») parece indicarse una búsqueda menos rebuscada, más a flor de piel. Quisiera señalar que en esta sección se le concede gran importancia a Miguel Hernández y, en menor grado, a Walt Whitman: tres de los poemas se con titulan «Miguel Hernández» (I, II, III) y otro poema comienza con una cita de Whitman. Estos dos símbolos de inspiración y guía acaso confirmen la sospecha de neorromanticismo en maricel que habíamos sugerido al principio de estas notas. De Hernández le llama la atención a Maricel la «tristeza», las «grietas de dolor», la «ternura de hombres sublimes», su «devoción a la vida / en medio del arrullo de la muerte», lo «genuino» de sus «hondos quejidos», en fin, la fuerza arrebatada del delirio romántico frustrado por una realidad perversa. En cuanto a Whitman, Maricel toma la cita que dice «I have learned that to be with those I like is enough». A pesar de la apariencia apacible de la cita, Maricel la asume como punto de partida para un poema que podríamos calificar de amargo (en el sentido de la desilusión con los demás seres humanos). La voz poética de este texto aparece con la amargura del que habla para aquellos que sólo tienen «palabras secas aguardándome», que «apenas me oyen» y «no quieren escuchar». Otra vez la demanda del deseo desmedido no encuentra más que fracaso al no sentir que los demás interpelados responden debidamente a la inmensidad de lo que la voz poética exige.

     En cuanto a «El ristre de la melancolía» (la cuarta y última sección del poemario), quizás lo que haya que subrayar es la nota aún más «concreta» y la expresión menos enigmática y metafórica. Parece que el ordenamiento de las secciones de este libro se inclina hacia unos textos que van de lo más enigmático y metafórico a lo más cotidiano y conversacional.

     Con estos breves tanteos sobre los poemas de Rostro cercano pretendo tan sólo iniciar una reflexión sobre este interesante libro de Maricel Mayor, que con sus enigmas y encrucijadas enriquece la tradición de una poesía llena de una fuerza tal, que sobrevive, a pesar de las dificultades y desvanecimientos, aún más allá (o más acá) de las fronteras de su propio medio cultural.

 


 

 

 

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