GRAVITACIONES CON VECTOR DETERMINADO

  

por

 

René Rodríguez Soriano

 

     

    

“El gran mal del hombre no estriba ni en la pobreza

ni en la explotación, sino en la pérdida

de la singularidad humana...”

–Pier Paolo Passolini 

Estroboscópica única  

Un postulante, después de llenar inenarrables trámites, va del alfa a la omega y vuelve y retorna sin dar con el funcionario que tenga la respuesta a su solicitud de empleo, para enterarse que –desde el principio,  para llegar a ningún lado–, no valía la pena andar lo andado. En una cumbre sin importancia, seres sin importancia (Aire, Mar, Tierra y Sol), cuestionan la ineficacia de los planes y programas de la organización de naciones para salvar al Planeta de las conflagraciones que, entre sí,  generan las naciones mismas. Un poeta, un pintor y un estudiante –sin máscaras antigases– tratan de respirar y aspiran pintar, describir y transformar un mundo ciego y mudo en el aire viciado que políticos y funcionarios les ofertan al pregón... Los obtusos y retorcidos métodos de la burocracia (Análisis de madurez), la indiferencia y la insensibilidad de los seres humanos y sus más representativas instituciones (El plan de las aguas y La roca); son el terreno donde Maricel Mayor Marsán planta el ojo en las tres primeras piezas de sus Gravitaciones teatrales. Las tres restantes (Las muchachas decentes no viven solas, Lazos que atan y desatan las almas y Testimonio de mis días), se quedan en el entorno familiar. Desnudan, desandan y revuelven los más íntimos rincones, para ofrecernos una versión muy singular sobre la familia, la propiedad privada y el amor. Diálogos abiertos, monólogos cerrados, gestos, escenografía y libertad para el lector o posible espectador, dan cuerpo, en su conjunto, a un revelador alegato contra la creciente anulación de la individualidad en la sociedad de hoy. 

Más que el todo, la mitad 

El gusano de Kafka anda suelto en estos días por los predios del mundo. El gigantismo burocrático, en beneficio del utilitarismo, nos ha convertido en burdas entelequias con apenas tiempo para hacerle upgrades al juguete o artefacto que, con marcado retraso, habrá de salir mañana. Nosotros mismos somos piezas de recambio, la ciencia, con paciencia, ha pasado a cerrar filas al lado de los grandes fabricantes, que lo dosifican todo. Obsoletizándolo en aras del progreso.  

Ya, desde principios del siglo XIX, el poeta William Blake, lanzaba la voz de alerta sobre las consecuencias funestas de la imposición de la “visión única y el sueño de Newton”. Tanto él, con su denuncia de los dark satanic mills, como su tocayo, William Woodsworth, veían venir la repetitiva y represiva participación del intelecto en la alteración de la belleza de las formas (We murder to dissect). Vivimos la era de lo estándar, la imaginación no es pieza que encaje ni se amolde al diseño en serie, a la imagen de marca que propalan y defienden las cientos de miles de pantallas y pancartas que arropan todo el orbe, apocándolo; masificando y mansificando un ganado que compra, rumia y casi nunca se rebela. 

Y la literatura, el teatro, el arte en sentido general, entre la opción de disecar o inventar, se encuentra frente al gran dilema de repetir o crear. Maricel Mayor Marsán ha elegido la segunda opción: dejar que le galopen potros en las venas, vaciarse a chorros, sin vértigo ante el cambio: la energía, el gozo eterno, que permite ver el mundo –no como es– sino como podría ser. Sobre la alfombra mágica de la imaginación, en sus Gravitaciones teatrales, Maricel nos abre una ventana para que –a través de ella, no con ella– veamos más allá de donde la burocracia chata y lironda nos permite y remite. 

Tanto para el funcionario de tercera o segunda categoría, como para el atildado gerente, las cosas son lo que aparentan... y el resto, confían que lo consigna el reglamento, que todo lo contiene y justifica. Si la mitad es mayor que el todo, si el sol sale para todos y la tierra se está secando, no es más que un absurdo disco repetido. Estamos programados para actuar en consonancia con la programación previamente estipulada.  

Los personajes, los ambientes y los temas de las seis piezas de Gravitaciones teatrales, aunque se rebelan y alzan proclamas contra el adocenamiento y la imposición del medio, no pueden sustraerse a la realidad que los engendra. Cambian de casa, de ropa y de situación, tal vez. Viajan de un lado a otro, para sufrir –tan pronto llegan–, el karma camaleón que en cada punto tiene otro matiz, pero es el mismo, trino y único: la indiferencia, la disolución o lo que comúnmente se conoce como pérdida de la individualidad, inversión de valores, estandarización o idiotización colectiva. 

A esta hora de la humanidad, sería una solemne perogrullada preguntarse sobre el valor utilitario del arte. Buscando el ángel –que denunciara Sabato- pudiera ser que diéramos con la bestia. No sé si tiene una alta misión el arte, la literatura o la ficción, Maricel se deja llevar por su impulso: escribe. Describe, anuncia, se pronuncia y denuncia, mientras presta su ojo agudo para alertarnos del punto ciego hacia el que nos dejamos conducir. Con júbilo celebro sus alegatos contra los conocimientos generales, es mi visión libérrima y particular de salir al sol a plena medianoche.


 

Este artículo fue publicado originalmente en:

 

LIBRUSA

Publicación digital de noticias literarias

http://www.librusa.com/columnista_rene_20030310.htm

Miami, Florida, EE.UU.

(10 de Marzo de 2003)

 

 

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