POEMAS DESDE CHURCH STREET:

Un canto al dolor ciudadano

 

 por

 

Manuel C. Díaz

(Especial/El Nuevo Herald)

    Dicen que ya nadie escribe poesías. Porque es un género en desuso, afirman. Hasta los poetas a ultranza han dejado de hacerlo. Y los pocos que todavía se empeñan en engarzar metáforas, se refugian en la épica. Como si la contemporaneidad no fuese material poético. Es cierto que entre Itaca y Key Largo es preferible la primera. Un tropo bien logrado en el que aparezca Odiseo es mejor que un endecasílabo sobre un pescador de los cayos. Sin embargo, hay poetas que no le temen al presente. Maricel Mayor Marsán es uno de ellos. La conocida directora de redacción de la Revista Literaria Baquiana publicó un libro bilingüe titulado, Poemas desde Church Street, en el que aborda un tema no sólo actual, sino de dolorosa recordación ciudadana.

    Se trata de poemas inspirados en el derribo de las Torres Gemelas. Por el título no pudiera sospecharse. Sólo un neoyorkino podría saber que Church Street es una de las calles adyacentes a la llamada Zona Cero. Fue allí, desde una de sus aceras, detrás de una cerca de alambre que rodeaba el lugar, donde nació este libro. Que no sólo es de poesía, sino de reflexiones. Y es que en sus páginas finales hay una relación de manuales, entre los que se encuentran el del silencio y el de las sustituciones, en los que pensadores de la talla de Elliot y Thoreau, tratan de descifrar la vida en breves y certeras citas.

    Poemas desde Church Street es un libro hermoso. Además de valiente. Porque ¿Quién se atreve a abordar un tema que ha sido tratado hasta la saciedad y que conlleva una tremenda carga política? Les diré quien. Alguien como Maricel Mayor, que conmovida ante las ruinas causadas por el odio, escribió: Recorro el espacio enmudecido/ busco una piel que solía/ hacer pliegos con la mía/ Me queda el desorden por testigo/ y mi sombra impenitente me señala renglones/ en el doblez de los escombros. O que, emocionada hasta las lágrimas por las pruebas de solidaridad humana, nos dice: Cartas, poemas, mensajes y fotos/ empapelan paredes con memorias de ausentes/ evocando recuerdos de rostros perdidos. Alguien que, frente a los escombros de la intolerancia, nos asegura que todavía hay esperanza: Una cruz sirve de guía al que busca un alivio/ al inmigrante extraviado en el Alto Manhattan/ al vencido de turno y al confundido.

    Más que sobre la muerte, Poemas desde Church Street constituye una singular reflexión sobre el horror. Y también sobre el amor. Un contrapunteo poético entre el bien y el mal a partir de escenas que marcaron para siempre nuestra conciencia nacional. Un contrapunteo que nos dice, lo mismo en español que en inglés, que esa tragedia nos ha hecho mejores. Que los actos de heroísmo de aquel día no han sido olvidados. Y que detrás del dolor hay una esperanza. La misma esperanza que albergan los personajes a los que Maricel les da voz en sus poemas: George, el taxista, ahora desorientado sin las torres: ¿Cómo medir distancias, señora?/ ¿Cómo saber mi ruta de referencia?. Imanil, the bus boy, que perdió a su amigo de Bangladesh y no cesa de preguntar: Why he and not me?/ Why my friend and not me?/ Why not the two? O Pedro, el tendero, que espera que regrese a su tienda el trabajo/ como esperan su ayuda al sur de Río Grande.

    Los poemas de Maricel Mayor nos obligan a pensar. Conjugan ideas. Y su lenguaje es el instrumento que nos permite enfrentarnos, una vez más, a la tragedia del 9/11 como metáfora de una guerra no declarada entre dos mundos diferentes. Son poemas de propósitos duales. Por una parte, nos proporcionan un placer estético y literario; y por otra, nos brindan la posibilidad de reflexionar sobre los complejos problemas del mundo actual. La poesía podrá estar en desuso, pero mientras existan poetas no morirá. No importa a lo que canten. Unos lo harán a los dioses antiguos; otros, como Maricel, a los seres de carne y hueso. Entre las tragedias de Esparta y Nueva York, ella le canta a la de la Gran Manzana.


 

 

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