EN EL TIEMPO DE LOS ADIOSES

por

José Abreu Felippe

(Especial/El Nuevo Herald)

          

     Así que muchos no lo sabíamos; pero abrimos los ojos diciendo adiós. Decimos adiós a un sitio cálido donde flotábamos, sin conciencia de lo que vendría después, sin siquiera imaginar que existiría un después, sólo plácidamente atentos a los sonidos, entrechocar de mareas primigenias, aguas oscuras que nos acunaban, que nos guardaban, que nos protegían. Pero un día las aguas se agitan, se retuercen en dolorosos espasmos y somos literalmente expulsados, separados, manos asépticas cortan la unión y comenzamos a llorar. Al parecer, ese primer adiós al sitio que −ignorábamos entonces−, sería el único al que podríamos llegar y reposar sin tomar precauciones. Un sitio −un cuerpo−, que sembraría también la primera nostalgia. Y una cadena de adioses.

     De modo que vivir es decir adiós. Y al primer adiós, que es el adiós a la unidad representada por la madre, le sigue un segundo y un tercero y un cuarto… Hasta el último adiós. La vida se asemeja entonces a una cadena que va dibujando trabajosamente un círculo hasta que lo cierra. Cada eslabón es un adiós y en cada uno hay una pérdida, una pequeña felicidad, una ilusión, una esperanza: el trazo de un afán que tal vez sea la repetición, por distintas vías, de la búsqueda de aquello que no sabemos precisar, pero que en su consecución apostamos la vida. Perder o ganar es irrelevante.

     Esto que torpemente he tratado de explicar sin conseguirlo, es la urdimbre de En el tiempo de los adioses (Editorial Aglaya, Murcia), el nuevo poemario de Maricel Mayor Marsán (Santiago de Cuba, 1952), y que, en mi opinión, constituye su entrega más lograda. Mayor Marsán repasa serenamente, sin estridencias, con oficio y sensibilidad, el cúmulo de adioses que vamos prodigando en el corto camino hacia la muerte. No juzga, no define −aunque en ocasiones, el sólo hecho de que la voz se fije sobre un adiós y no en otro, ya implica una postura−, sólo expone, propone, dibuja con palabras un hueco en las edades vividas y lo llena de tiempo, de sonido; y también de furia: “Sólo cantos, sólo voces – se despiertan en el alero de los días”. Así se cantan los adioses, a la familia, a la patria, al amor inconsciente: “Estos son los tres adioses / que manejan destinos, trituran ilusiones / y se mecen sobre tu psiquis / para juguetear con ella a su antojo”. Pero no son los únicos, está el adiós a la razón, quizás, o sin quizás, uno de los más dolorosos; porque habla de esa manía que tiene el hombre −“un susto de muerte en las retinas”− de jugar a la guerra. Y el adiós a la niñez, a la casa, a la escuela, a la adolescencia… Empieza entonces el perenne asombro, el “lento viaje al universo sin tregua”.

     El ser humano se va delineando, página a página; sus pesadumbres y sus soledades, el primer amor, las cosas que toca y que hace suyas, la primera muerte, el adiós al lugar donde se nació −la tragedia del exiliado−, la vejez, la suma de las pérdidas… Y el rechazo la certidumbre del horror natural: porque si hay algo que diferencia e individualiza al ser humano es que aunque sabe, sigue caminando. El absurdo y la sinrazón de la vida pierden su peso en la balanza. Poco o nada queda fuera del ojo y el canto, doloroso canto, se sostiene airoso y no da treguas hasta el final, donde “contemplaré el esplendor de la vida / desde el umbral de un ocaso dichoso”.

     El resultado es un libro espléndido, sosegado y rítmico. Un rito de iniciación, un ajuste de cuentas y un exorcismo de precisión clásica. Una lectura para reflexionar y seguir adelante.

     Mayor Marsán, también narradora, dramaturga, crítica literaria, editora y profesora, reside en Estados Unidos desde 1972. Ha publicado, entre otros, Lágrimas de papel (1975), 17 poemas y un saludo (1978), Rostro cercano (1986) y Gravitaciones teatrales (2002). Es directora de la revista electrónica Baquiana (www.baquiana.com) y de su anuario, del cual ya se han publicado cuatro números.

     Esta edición de En el tiempo de los adioses se enriquece con un enjundioso prólogo: Notas para una teoría del adiós, de Natalia Carbajosa Palmero, Profesora Titular de Lenguas Extranjeras y Literatura de la Universidad Politécnica de Cartagena. 

Esta reseña también fue publicada en:

SINALEFA

Revista Internacional de Arte y Literatura

Número 8, Página 31

Nueva York, EE.UU.

Mayo - Agosto de 2004

 


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